lunes, 10 de septiembre de 2007

CARTA DE UN NIÑO PARA DIOS

Señor: soy un niño. Uno entre tantos millones de niños que lloran y ríen en el mundo. Mi nombre no importa, porque no lo escogí yo. Me lo impusieron. Tú sabes mejor que yo quién soy. Yo no, pues me van haciendo entre todos un poco y me han quitado el derecho de ser: Niño, no hagas eso! Niño, haz lo otro!
Para nosotros los niños, sólo existe el verbo "deber" y nunca el "poder". "Sería estupendo que no crecieran"-dicen los padres.
Déjame que yo te hable y después dime quién tiene la razón. Me dicen que no se debe mentir y cuando se me escapa la verdad se enfurecen. Ayer se enfadó mucho mi padre porque dije delante de sus amigos que le pegaba a mi madre. Qué es peor, ¿hacerlo o contarlo? El se enfada cuando lo cuento, pero yo no puedo enfadarme cuando él lo hace.
Me dicen que no está bien que me junte con "ciertos niños", y al irme a dormir me obligan a pedir a Dios que nos enseñe que todos somos iguales y hermanos. Mamá me dice que debo parecerme a mi padre, más mi padre roba pues dice por teléfono que está enfermo para no ir al trabajo e insulta a la muchacha del servicio. Cuando se enoja, grita a mi madre pero si yo lo hago o me enojo y protesto como él lo hace, soy malcriado y él mismo me castiga.
Me dicen que no debo ser egoísta y que debo compartir, pero si regalo alguna cosa mía a mis amigos, me recuerdan cuánto les costó y me advierten que no vuelven a comprarme nada. Además, mi padre no comparte nada con nadie y si toco alguna de sus cosas nos hace problemas a mi mamá y a mí. A todo me dicen que no, pero yo no puedo decir no a ellos por nada.
Me dicen que los niños no deben pensar, opinar, llevar la contraria, eso es cosa de adultos!. Pero yo sé pensar, tengo mis gustos propios que son distintos de los de mis padres y a veces me dan ganas de gritar y protestar, como hacen ellos cuando quieren. Por ejemplo, cuando mi padre me manda a callar sólo porque él no tiene ganas de hablar; cuando me obliga a ir a la calle sólo porque él quiere ver en paz la televisión o cuando me obliga a comer algo que no quiero o a no comer algo que sí quiero.
Me dicen que no debo ver ciertas cosas porque soy un niño. Pero pienso que sólo si las veo ahora con los ojos limpios, podré seguir viéndolas mañana sin avergonzarme de ellas.
Juegan conmigo como un muñeco, cuando tienen ganas. Si yo no tengo ganas, juegan lo mismo y encima me llaman caprichoso y antipático... Ellos deciden siempre cuándo jugar conmigo, pero yo no puedo nunca elegir mi horario para jugar con ellos. Y cuando ellos dicen que no, yo no puedo llamarlos caprichosos y egoístas, porque soy un niño. Es difícil que entendamos por qué Tú dijiste que sólo el que se hace como un niño será recibido en el cielo.
Todos los que ya conozco que dicen que te aman y que creen en Tí y que oran, no sólo no quieren ser como los niños, sino que nos impiden a nosotros serlo. Sí, porque nos impiden ser espontáneos, no podemos jugar en el piso porque nos ensuciamos, ni en la cama porque se desarregla, ni en el patio porque nos llenamos de suciedad. Nos obligan a vivir las normas de la hipocresía que ellos llaman educación. Nos obligan a reglas de limpieza y urbanidad externas, mientras sus conciencias y actos son sucios y desordenados. Nos enseñan a decir lo que no sentimos, a hacer cosas de "hombres" y siempre quieren que seamos como ellos, que pensemos como ellos, que actuemos como ellos, olvidando que algún día fueron niños y no se lavaron las manos, jugaron con tierra, se ensuciaron, se chorrearon, como todos los niños y no les gustó, posiblemente, que los castigaran o les impidieran hacer estas cosas tan propias de niños y que, a su debido tiempo, aprenderemos a no hacerlas porque la misma sociedad nos obligará a ello. Quieren que seamos como son ellos hoy, llenos de defectos e imperfecciones adquiridas por sus vidas, y no como nosotros queremos ser.
Señor: quién tendrá la razón? Recuerdo que un día Tus padres Te riñeron porque Te perdiste y Tú les repondiste que también Tú tenías una vida propia, que no eres solo de ellos...
Por qué no vuelves, y así enseñarás a nuestros padres, a las personas mayores, a quienes nos niegan el derecho de ser nosotros mismos, que tampoco nosotros somos sólo de ellos; que no siempre lo que a ellos les guste es lo mejor y que tenemos derecho a defender nuestra originalidad?
¿Por qué no les dices que ser un niño no es un defecto ni un pecado, ni una limitación, ni un juguete bonito para los mayores, sino más bien un valor único, irrepetible en la vida y, como Tú mismo lo afirmaste, un valor que no puede morir en nosotros, ya que nos debe acompañar siempre, si no queremos renunciar a conocerte y amarte? Al menos, Tú, no me digas que me calle. Escúchame, respóndeme. Ah! y perdóname un pecado. A veces tengo la presunción de pensar que soy más hombre que ellos, porque me siento más libre y sé hablar con cualquiera, y no me ruborizo de nada y me fío de todos y soy feliz cuando en la calle veo un pájaro y me gusta comer así, con las manos sin lavar....
J.V.C y agregados de Consuelo Quesada

No hay comentarios: